La faja perenne

Hacía tiempo que no venía a mí consulta alguien que utilizase una faja de sujeción lumbar, pero hace cosa de unos meses me vino una persona que comencé a tratar por una lumbociática y que sí la utilizaba.

Es un varón que ronda los 50 años. Hace muchos años tuvo problemas lumbares y le diagnosticaron una hernia discal entre L5-S1. Hasta aquí, nada fuera de lo habitual. El caso es que esta persona, siguiendo el consejo de su mutua laboral, decidió trabajar con una faja de sujeción lumbar, pues en su puesto habitual debe cargar con cajas y palés, pasando el material que viene en ellos a unos estantes. Su jornada laboral es de 8 horas al día y su trabajo consiste básicamente en eso, así que, durante todo su turno, lleva puesta la faja. Al llegar a casa de quitaba la faja, comía y se echaba un rato la siesta para después disfrutar de la vida familiar, pues tenía dos hijos pequeños. Poco a poco se fue dando cuenta que cuando cogía a sus hijos en brazos, empezaba a molestarle las lumbares, por lo que decidió, por su cuenta y riesgo volverse a poner la faja después de la siesta para poder jugar con ellos sin dolor. Fue pasando el tiempo y continuó más o menos igual. Los hijos crecieron y ya no jugaba tanto con ellos, pero se daba cuenta que si se quitaba la faja y daba un paseo de una hora, le molestaban las lumbares, por lo que decidió no quitársela.

Creo que todos los que estáis leyendo esto ya sabéis por dónde voy. Este hombre pasó de no tener faja y tener problemas lumbares a llevar una faja y tener problemas lumbares.
Se acostumbró tanto a llevar faja que su musculatura lumbar era totalmente incompetente. Ahora, tiempo después, y a pesar de la faja, vuelve a tener dolores lumbares y molestias en la pierna derecha. Él lo identifica como el primer dolor que notó hace años como la lumbociática que le diagnosticaron.

El tratamiento marcha bien, parece que tras varias sesiones va recuperando la normalidad y ya no le duele tanto. Aún así, tiene miedo a quitarse la faja por si vuelve a dolerle. Hemos comenzado con un plan de ejercicios para fortalecer la zona lumbar y el trasverso del abdomen, pues es la única solución a largo plazo. Volver a la faja sería un error. De momento, la sigue llevando en el trabajo pero “le he prohibido” que se la ponga en casa o cuando sale a la calle. El objetivo es que controle bien su “propia faja abdominal” (el trasverso del abdomen) y que fortalezca los músculos dorsales, que corrija la postura y que comience una rutina de ejercicios que debería realizar durante toda su vida. Dicho así parece una condena, pero esa es la única solución si no quiere volver a tener este tipo de problemas y dolores. La condena es tener que llevar una faja toda la vida para poder moverte sin dolor.

Decir que las fajas de sujeción o protección lumbar deben estar cuidadosamente pautadas, que no se debe abusar de ellas y que se deben ir retirando en casos como el que he contado, de forma paulatina y añadiendo una rutina de ejercicios al paciente, para fortalecer la zona y protegerla con nuestros propios medios. Los músculos son vagos por lo general, tienden a inhibirse y relajarse cuando no se usan y a contracturarse cuando no se utilizan de la forma adecuada (así, generalizando), por lo tanto, aunque todo el mundo debería realizar algún tipo de ejercicio, las personas con problemas lumbares lo deben hacer con mayor motivo.

Como último comentario quiero aclarar que no estoy en contra de las fajas lumbares, pero sí del uso indiscriminado y perenne. La faja debe estar pautada por un profesional, debe tener unas especificaciones en cuanto a su uso (en qué momento ponerla, cuánto tiempo como máximo puede llevarse, etc.) y siempre se debe pensar en ella como un paso intermedio hasta la recuperación y posterior retirada de la misma, nunca como una condena o una faja perenne.

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