Casi con toda seguridad, todos hemos escuchado alguna vez a alguien decir lo de “Mi familiar se cayó y se rompió la cadera”, a lo que, acto seguido, vendrá el “enterao’ de turno” a corregir con la siguiente frase: “No, no. Eso no es así. Eso es porque primero se ha roto la cadera y luego se ha caído”.
Es cierto que existe la fractura espontánea de cadera (que es como se denomina), pero los casos son en un porcentaje muy escaso.
El “doctor en medicina ortopédica y traumatológica” que ha hecho semejante afirmación de que la cadera se rompe antes de caer, está muy, pero que muy equivocado.
Ya hace muchos años que derribamos ese mito de que la cadera se rompe antes de caer, como demostraron Martyn J. Parker y Thomas R. Twemlow en “Spontaneous hip fractures 44/872 in a prospective study” (Acta Orthopaedica Scandinavica). En ella, hicieron una revisión de otros estudios y tomaron datos a pacientes con fractura de cadera para hacer su propio análisis. En su valoración, sacaron la conclusión de que el 5% de los pacientes con fractura de cadera la habían sufrido de manera espontánea. Además, hay decenas de estudios que nos marcan un porcentaje que va desde el 3% (Alffram), hasta el 11% (Campbell). En 2012, la asociación española de geriatría, marcaba el porcentaje de fracturas espontáneas en España en, aproximadamente, el 10%.
Así que, querido “cuñado que sabe de fracturas de cadera”, tengo que decirte que no. No hay, por norma general, una fractura previa a la caída, si no que lo más normal es que una caída, por leve que esta sea, provoque una fractura a una persona mayor.
¿Por qué ocurre esto en tantas ocasiones? Bien, las personas mayores tienden a tener una estructura ósea más débil. Se considera, que la masa ósea máxima se consigue en la tercera década de vida y que, a partir de esa edad, va disminuyendo paulatinamente. A partir de los 60 años, el riesgo de fractura de cadera por una caída empieza a elevarse, y lo hace de manera exponencial hasta pasados los 80 años.
La osteoporosis, la debilidad muscular, el deterioro cognitivo, los déficits sensoriales y la delgadez, son factores a tener en cuenta a la hora de valorar una fractura de cadera ya que son predisponentes para la misma, entre otras muchas causas (trastornos de la tensión arterial, Enfermedades vasculares, polifarmacia, diabetes, etc).
Además, las mujeres, tienen un riesgo tres veces superior a sufrir una fractura de cadera.
¿Por qué cuento todo esto si veníamos a hablar de las fracturas espontáneas y ya hemos resuelto el misterio? Pues bien, la fractura de cadera se está convirtiendo en un factor predisponente de mortalidad. Hay estudios que aseguran que entre el 15% y el 50% de los pacientes operados de fractura de cadera, fallecen al año siguiente. Además, según el estudio “Fractura de cadera en el paciente mayor. Hip fracture in the elderly” de Teresa Alarcón y Juan Ignacio González-Montalvo, del Hospital Universitario de La Paz, realizado en 2016, el riesgo de mortalidad aumenta un 25% tras una fractura de cadera.
La prevención es, por tanto, la principal herramienta para intentar reducir estas cifras. Hay medidas básicas como apartar alfombras (ya que las personas mayores tienden a arrastrar más los pies) y cualquier desnivel. Cambiar la bañera por un plato de ducha también es una opción acertada, pues muchas de las caídas accidentales se producen ahí, ya que el agua y el jabón no son buenos acompañantes de la estabilidad monopodal. Entre otras, también estaría evitar subirse a estantes, escaleras de mano o sillas para hacer tareas domésticas y existen muchas más que podemos poner en práctica en el día a día.
Además de estas medidas, el mantenerse activo es uno de los principales reductores de riesgo de caídas. Una persona mayor activa mantiene un mejor trofismo muscular. Si realiza ejercicio, esto se aumenta y, además, puede llegar a reducir la pérdida de masa ósea. El ejercicio hace que nuestro sistema propioceptivo no se deteriore tan rápidamente, lo que aporta mayor estabilidad, además de mejorar el control motor. Realizar una pequeña tabla de gimnasia y un paseo de una media hora, puede ayudar a reducir el riesgo de caída considerablemente en las personas mayores.
(*Imagen adquirida de Wheeless Textbook of Orthopaedics)